Ella quería compartir con él toda su vida. Lo había decidido prácticamente el mismo día que le conoció. Sabía que era muy distinto al resto de muchachos que hasta entonces había conocido. Su buen humor , su facilidad para hacer un chiste de cualquier cosa, su fuerza interior que se manifestaba también en su aspecto físico, su agilidad mental, sus ganas de agradar, su caballerosidad manifestada en todos los pequeños detalles... En las conversaciones que mantuvieron sobre su sentir y su vida anterior también pareció observar que él hacía gala de cierta espiritualidad y lealtad a sus principios religiosos, aprendidos en una época estudiantil en un Colegio regentado por los curas. Sin embargo siempre se le escapó algo de su forma de ser. Había algo en él, algo relacionado con el sentido práctico de la vida, con la forma de hablar de su trabajo, que a ella le resultaba incomprensible, como si él hablara en otro idioma difícil de entender. Él anteponía aquel trabajo y los problemas que de él se derivaban a cualquier otra cosa. Por supuesto que, a lo ojos de ella, esa otra cosa era cualquier ocasión de estar juntos, de compartir un rato agradable, de poder conversar sobre temas que a ella le hacían disfrutar como la literatura, el cine, los sentimientos, la pintura, la poesía , el salir a dar un paseo....
Con el paso de los años, más de los que ella hubiera querido y después de encuentros y desencuentros, decidieron unir sus vidas. Es lo que suele hacer todo el mundo ¿no es así?
Ella siempre tuvo la duda de que él la quisiera tanto como ella lo quería a él. Sabía que él había tenido varias relaciones anteriores a la suya. Ni tantas como a lo mejor se le suponían, ni tan pocas como para ser un joven inocente e inexperto. El contraste con la experiencia de ella era abismal. En su caso no había ninguna relación digna de destacarse, nada significativo que contar, ninguna experiencia que la llevara a poder comparar o valorar lo que tenía ahora con él. Solamente sabía que estaba enamorada y que no podía vivir sin él.
Con el tiempo y el desgaste de la relación, la convivencia se fue convirtiendo en coexistencia. Ella había hecho todo lo posible por mantener la ilusión, mimarle, esperarle con amor, prepararle sus comidas predilectas, entregarse a él y soñar con dar un fruto de ese amor, intentar compartir todo lo posible con él.
Sin embargo el tiempo le fue apagando poco a poco la ilusión. Él no descuidó nunca a sus amistades y las actividades que hacía con ellos. Ella sí fue abandonando a sus amigas, se fue replegando en su mundo volcada sólo en él. Hasta que se dio cuenta que su vida era un devenir de casa al trabajo y al revés sin un proyecto de vida claro en el que quedaba poco tiempo para pensar. Solo durante las vacaciones se hacía consciente del momento de su vida en el que estaba anclada.
Y ahora, ¿qué falta por ocurrir? La vida, esa incógnita terrible y maravillosa en la que estamos sumidos, la llevaría por un camino imprevisible: podría ser el mismo devenir actual sin alicientes, podría ser un cambio drástico de vida a consecuencia de hechos con los que no contaba, ¡quién sabe!
En todo caso, decidió que debía seguir hacia adelante, que la fuerza para hacerlo jamás te la da nadie ajeno a uno mismo, aunque te hayas enamorado del ser más fuerte del mundo. Decidió que en este momento de su vida ella no se merecía ningún reproche, ninguna traición, ningún desprecio, ninguna regañina ni paternal ni fraternal ni de pareja. Que , como mujer, era hermosa, alegre, amable ,divertida , sensible, creativa, capaz, inteligente , con una bondad natural de la que se sentía contenta sin llegar a un excesivo orgullo y que sus cualidades podían competir con las de cualquiera por mucho que él , a veces, la haya hecho sentir de menos. Le quedaba la duda si en otro lugar , en otro momento de su vida, en otras circunstancias de estudios , habría encontrado a la persona que en sus sueños de niña y adolescente era el que la hubiera hecho plenamente feliz. Quizás esa persona no existía. Quizás desde el principio de los tiempos estaba predestinada a conocer al que hoy vivía a su lado. Sólo sabe que mucho tiempo antes de conocerle tuvo un sueño premonitorio sobre una vida casada con alguien en la que se sentía como atrapada.
A veces dicen que hay que tener cuidado con lo que se sueña o con lo que se desea porque puede hacerse realidad.
Con el paso de los años, más de los que ella hubiera querido y después de encuentros y desencuentros, decidieron unir sus vidas. Es lo que suele hacer todo el mundo ¿no es así?
Ella siempre tuvo la duda de que él la quisiera tanto como ella lo quería a él. Sabía que él había tenido varias relaciones anteriores a la suya. Ni tantas como a lo mejor se le suponían, ni tan pocas como para ser un joven inocente e inexperto. El contraste con la experiencia de ella era abismal. En su caso no había ninguna relación digna de destacarse, nada significativo que contar, ninguna experiencia que la llevara a poder comparar o valorar lo que tenía ahora con él. Solamente sabía que estaba enamorada y que no podía vivir sin él.
Con el tiempo y el desgaste de la relación, la convivencia se fue convirtiendo en coexistencia. Ella había hecho todo lo posible por mantener la ilusión, mimarle, esperarle con amor, prepararle sus comidas predilectas, entregarse a él y soñar con dar un fruto de ese amor, intentar compartir todo lo posible con él.
Sin embargo el tiempo le fue apagando poco a poco la ilusión. Él no descuidó nunca a sus amistades y las actividades que hacía con ellos. Ella sí fue abandonando a sus amigas, se fue replegando en su mundo volcada sólo en él. Hasta que se dio cuenta que su vida era un devenir de casa al trabajo y al revés sin un proyecto de vida claro en el que quedaba poco tiempo para pensar. Solo durante las vacaciones se hacía consciente del momento de su vida en el que estaba anclada.
Y ahora, ¿qué falta por ocurrir? La vida, esa incógnita terrible y maravillosa en la que estamos sumidos, la llevaría por un camino imprevisible: podría ser el mismo devenir actual sin alicientes, podría ser un cambio drástico de vida a consecuencia de hechos con los que no contaba, ¡quién sabe!
En todo caso, decidió que debía seguir hacia adelante, que la fuerza para hacerlo jamás te la da nadie ajeno a uno mismo, aunque te hayas enamorado del ser más fuerte del mundo. Decidió que en este momento de su vida ella no se merecía ningún reproche, ninguna traición, ningún desprecio, ninguna regañina ni paternal ni fraternal ni de pareja. Que , como mujer, era hermosa, alegre, amable ,divertida , sensible, creativa, capaz, inteligente , con una bondad natural de la que se sentía contenta sin llegar a un excesivo orgullo y que sus cualidades podían competir con las de cualquiera por mucho que él , a veces, la haya hecho sentir de menos. Le quedaba la duda si en otro lugar , en otro momento de su vida, en otras circunstancias de estudios , habría encontrado a la persona que en sus sueños de niña y adolescente era el que la hubiera hecho plenamente feliz. Quizás esa persona no existía. Quizás desde el principio de los tiempos estaba predestinada a conocer al que hoy vivía a su lado. Sólo sabe que mucho tiempo antes de conocerle tuvo un sueño premonitorio sobre una vida casada con alguien en la que se sentía como atrapada.
A veces dicen que hay que tener cuidado con lo que se sueña o con lo que se desea porque puede hacerse realidad.
Creo que todas las relaciones entre hombre y mujer son parecidas a la de este relato y también creo que con los años, si uno es fiel al propósito inicial, mejoran, porque llegan a asumirse los desencuentros y aflora la comprensión mutua.
ResponderEliminarEllos también lo pasan mal cuando nosotras no estamos bien.
Un saludo