Y DANDO GRACIAS
Hoy es 21 de febrero de este 2023, que está dando mucho de sí, y necesito escribir los últimos acontecimientos de mi vida para verlos desde fuera y sanar un poco mi mente.
El viernes 17 de febrero era el cumpleaños de mi madre, 92 años ya. Ella estaba ilusionada, aunque sabe que poca celebración se iba a hacer. La felicitamos todos sus hijos, sus nietos, sus pocas amistades, sus sobrinos...Su marido, nuestro padre, no puede. Su demencia avanzada no le permite acordarse de esas cosas. Es más, el día 16 llegó a su casa de alta del hospital después de pasar allí 20 días por una neumonía bilateral, infecciones etc. a sus 95 años. En diciembre también estuvo ingresado desde el 17 hasta el 5 de enero. Intentamos cuidarle lo mejor posible en su casa aunque sabemos que no va a mejorar ostensiblemente. Procuramos que sufra lo menos posible , le alimentamos, le damos su medicación para que se mantenga estable y le damos cariño. No sabemos hasta cuándo.
Y ese viernes 17, a las 10 de la noche, sufrí un atraco. Nunca pensé que me podría pasar a mí, pero pasó. Salía de casa de mis padres, como todas las noches en las que voy para echar una mano en la cena y ayudar a acostarles . En vez de irme directamente a casa, se me ocurrió ir a la Iglesia cercana de Santiago y me quedé observando el edificio del siglo XIII envuelto en la luz anaranjada que describe Pedro Martín Romo en su novela La noche que nació de la tormenta. Llevaba yo mi bolso en el brazo izquierdo, con toda mi documentación, dinero mío y de mis padres, todas mis llaves y las de mis padres y esa infinidad de cosas que nos parecen imprescindibles a algunas mujeres como cuadernitos, rosarios, perfumes, bolis, gel limpiamanos, ...en fín, un poco de todo. Estaba parada, de frente a la Iglesia, de espaldas al convento de las monjas Hermanas de la Cruz. Y apareció alguien, joven, que me agarró del bolso para arrancarlo de mi brazo. No podía creer que me estuviera pasando a mí, Me resistí, supongo que de forma inconsciente, Entonces me caí al suelo. Me golpeé en varios sitios porque todavía me duele la cadera, el coxis, el pecho, la cabeza... El muchacho consiguió su objetivo y salió corriendo. Sólo le vi la espalda cuando corría. Sudadera negra con capucha, mallas de colores, deportivas negras, muy común .
Había una chica por allí con un perrito, pero no pudo ayudarme. Sólo cuando me levanté se ofreció a acompañarme a la policía. Decliné su ayuda y me fuí a casa a pedir ayuda a mi marido, mi ángel protector en estos tiempos. Fuimos a la policía municipal, luego a la nacional y luego a casa a desactivar las tarjetas bancarias, La denuncia la pusimos al día siguiente. y ahora toca renovar todo lo que he perdido.
Sigo dolorida, un poco asustada y sin entender todo esto. Pero doy gracias de que la agresión no fuera más fuerte y de que lo perdido se pueda renovar. Si me hubiera dado un golpe mayor en la cabeza, quién sabe lo que hubiera ocurrido. Estoy recién operada de cataratas y en fase de recuperación.
Gracias, Señor Jesús, por tu protección. Quizás esto es un aviso de que somos vulnerables y de que sólo Tú puedes protegernos. Seguimos en tus manos, Señor.
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