DEDICADO A MAMÁ
El día 9 de junio , cerca de la media noche, mamá se fue al Cielo. Ha hecho ya un mes y diez días y me parece algo irreal. Todo sucedió muy deprisa, sin que sus hijos hayamos sido muy conscientes de lo ocurrido. Su salud, a los 92 años cumplidos el pasado 17 de febrero, era ya tan frágil que se podía quebrar con lo mínimo que le ocurriera. Apenas podía comer nada, nada le sentaba bien, su extrema delgadez hacía que no se pareciera a la guapísima mujer que había sido. A veces creo que ni siquiera papá, en su demencia, la reconocía como su esposa. Una fatal caída de la cama, imprevista y fortuita, precipitó su final. Nadie lo presenció. Le ocurrió estando sola. La persona que estaba presente en su casa para cuidar ese día a papá y mamá, estaba en otra habitación. Fue un momento, pero ocurrió.
Su mayor miedo últimamente era caerse. Ya no se sujetaba de pie en el andador. Yo siempre le decía: No te preocupes , mamá, no te puedes caer. Nunca estás sola. Siempre hay alguien contigo. Pues no fue así. Se cayó, se dañó la frente y todo se precipitó. Suponemos que previo a la caída pudo darle algún espasmo o convulsión. Y , a partir de ahí, al hospital, a urgencias, la sedación y su final.
Siempre fue una mujer alegre, llena de simpatía, intuición, activa, trabajadora, educadora de sus hijos, sensible a todo lo bueno y lo bello. No tuvo la oportunidad de recibir mucha educación pues fue muy pocos años al colegio, sin embargo su inteligencia y curiosidad la llevaron a saber y aprender muchas cosas. Sabía de todo y podía hablar y dar su opinión sobre cualquier tema. Desde su matrimonio con papá , el año 1954, le acompañó en todos los destinos a los que les llevó su trabajo como ferroviario. Y algunos no fueron destinos fáciles. Como hija mayor, puedo dar fe de ello. Hemos vivido en estaciones de Renfe y pueblos donde las comodidades no existían: sin luz eléctrica, sin agua corriente, sin tiendas cercanas, sin facilidades para recibir atención médica...
Pero su fe cristiana ha sido inquebrantable. A pesar de todas las dificultades y de enfermedades serias que ha atravesado en su vida, nunca perdió la fe. A veces su debilidad le hacía desfallecer, pero enseguida remontaba otra vez. Rezaba siempre al Padre, a Cristo, a la Virgen María. No pasaba día sin el Santísimo Rosario. Y la Misa diaria en la televisión, la Adoración Eucarística y sus bonitas oraciones que copiaba en un cuaderno para recordarlas hasta el último momento.
Lo que más me duele es su sufrimiento en estos últimos meses. Sin apenas poder comer nada, pues no le sentaba. Aunque ha estado en su propia casa cuidada por nosotras, sus hijas, y por personas que hemos ido contratando , ella tenía la impresión de volverse invisible. Ya no mandaba como antes, no decidía casi nada, no se sentía la dueña de su casa. Al lado de su sillón atesoraba sus cositas en bolsitas de aseo o cajitas : sus rosarios, sus libritos, sus cuadernos, sus espejitos, colonias, coloretes, pintalabios etc. Todo aquello que quería tener a mano por si lo necesitaba.
Ha ido viendo cómo papá se deterioraba y parecía estar peor que ella con una demencia y dependencia mucho mayor que la suya. Llegó a decir que si había que llevarle a una residencia, ella se iría con él para no dejarle sólo. Y el resultado ha sido otro. Ella se ha ido antes.
El Señor la ha premiado con la Paz y el Descanso de su Eterna Felicidad. Gracias, mamá, por tu entrega incondicional. Quizás no supe decirte en vida más veces lo que ahora me sale del corazón: Te quiero con toda mi alma. Sé que estás con el Señor.