Esta es la historia de una mujer desconocida para muchos, hasta para sus propios descendientes. Una muchacha como tantas, de una ciudad de provincias, criada y educada ” entre almohadones“ , con el respaldo del dinero de su familia, una señorita de principios del siglo XX.
Tenía la muchacha una pequeña dolencia de corazón por la cual sus padres y hermanos la cuidaban con especial esmero. Incluso en la herencia de sus padres, quedó mejorada para que su cuidado estuviera más asegurado.
Esta muchacha, en sus veinte años, como todas las chicas de este mundo, se enamoró. Él tenía muy buena planta, simpático, fuerte, apuesto, cariñoso...También debió quererla mucho pues era imposible no hacerlo. Y decidieron unir sus vidas y casarse. Pero encontraron la oposición de la familia de ella.
Al parecer, él no era de su misma clase social. Las gentes del pueblo, siempre cotillas y murmurantes, se extrañaban de que esa señorita se relacionara con ese muchacho de campo.
Incluso se comentaba que un médico le había aconsejado no tener hijos, pues podría morir debido a su dolencia.
Pero esta mujer, valiente, enamorada, generosa, ilusionada, luchó por su matrimonio delante de todos y se casó. En su fotografía de boda se la ve feliz, resuelta, con una sonrisa que esconde su triunfo ante todos, iluminando esa belleza que da la dicha de saberse amada por el hombre que sostiene su brazo. Sus ojos profundos y bellísimos miran al fotógrafo con la seguridad de que su felicidad se verá reflejada en la foto.
Y , como era de esperar, tanto amor dio su fruto. Quedó encinta enseguida.
¡Cuánta felicidad debió sentir¡ y también mucho miedo. A su mente volvió el mal augurio de aquel médico. Toda la familia estaba convecida de que, al dar a luz, moriría. Sus padres y hermanos le recriminaban el haberse casado y haberse quedado embarazada.
Debió pasar nueve meses muy duros. Además de sus problemas de salud, tendría momentos ilusionados por ver la cara de su hijo y otros terribles llenos de desesperanza por la fatalidad que la amenazaba. Era una época en donde los embarazos no se vigilaban como ahora, ni ecografías, ni análisis, quizás ni médico apropiado para una situación de riesgo.
Y llegó el día del parto. Se avisó a la comadrona. Quizá no se avisó al médico o quizás sí. Total, se moriría de todos modos, estaban convencidos. El niño nació el día de San Antonio. La madre falleció el día de San Luis. Nueve días disfrutó de su hijo, tan moreno y guapo como ella, sus mismos ojos,sus mismas manos , depositario de sus ilusiones. Dicen que se lo entrgó a las hermanas de su esposo para que lo cuidaran.
Y hasta aquí su historia. La de ella. Hoy hace 89 años que falleció. Los mismos que ha cumplido su hijo el día de San Antonio. Quiero creer que durante todos estos años no ha dejado de cuidarle desde su parcela de cielo. Gracias, abuela, por tu ejemplo y tu generosidad.
Tenía la muchacha una pequeña dolencia de corazón por la cual sus padres y hermanos la cuidaban con especial esmero. Incluso en la herencia de sus padres, quedó mejorada para que su cuidado estuviera más asegurado.
Esta muchacha, en sus veinte años, como todas las chicas de este mundo, se enamoró. Él tenía muy buena planta, simpático, fuerte, apuesto, cariñoso...También debió quererla mucho pues era imposible no hacerlo. Y decidieron unir sus vidas y casarse. Pero encontraron la oposición de la familia de ella.
Al parecer, él no era de su misma clase social. Las gentes del pueblo, siempre cotillas y murmurantes, se extrañaban de que esa señorita se relacionara con ese muchacho de campo.
Incluso se comentaba que un médico le había aconsejado no tener hijos, pues podría morir debido a su dolencia.
Pero esta mujer, valiente, enamorada, generosa, ilusionada, luchó por su matrimonio delante de todos y se casó. En su fotografía de boda se la ve feliz, resuelta, con una sonrisa que esconde su triunfo ante todos, iluminando esa belleza que da la dicha de saberse amada por el hombre que sostiene su brazo. Sus ojos profundos y bellísimos miran al fotógrafo con la seguridad de que su felicidad se verá reflejada en la foto.
Y , como era de esperar, tanto amor dio su fruto. Quedó encinta enseguida.
¡Cuánta felicidad debió sentir¡ y también mucho miedo. A su mente volvió el mal augurio de aquel médico. Toda la familia estaba convecida de que, al dar a luz, moriría. Sus padres y hermanos le recriminaban el haberse casado y haberse quedado embarazada.
Debió pasar nueve meses muy duros. Además de sus problemas de salud, tendría momentos ilusionados por ver la cara de su hijo y otros terribles llenos de desesperanza por la fatalidad que la amenazaba. Era una época en donde los embarazos no se vigilaban como ahora, ni ecografías, ni análisis, quizás ni médico apropiado para una situación de riesgo.
Y llegó el día del parto. Se avisó a la comadrona. Quizá no se avisó al médico o quizás sí. Total, se moriría de todos modos, estaban convencidos. El niño nació el día de San Antonio. La madre falleció el día de San Luis. Nueve días disfrutó de su hijo, tan moreno y guapo como ella, sus mismos ojos,sus mismas manos , depositario de sus ilusiones. Dicen que se lo entrgó a las hermanas de su esposo para que lo cuidaran.
Y hasta aquí su historia. La de ella. Hoy hace 89 años que falleció. Los mismos que ha cumplido su hijo el día de San Antonio. Quiero creer que durante todos estos años no ha dejado de cuidarle desde su parcela de cielo. Gracias, abuela, por tu ejemplo y tu generosidad.